Sentado muchas veces al borde del camino de vida, también te grito, Señor Jesús, ¡ten compasión!
Tu corazón sacerdotal se conmueve una vez más ante los gritos del necesitado, no puedes hacerte el sordo, pasar de largo.
También me llamas cuando ves mi angustia, cuando pido tu cercanía, tu compasión. ¿Qué quieres que haga por ti? Me dejas mudo, sin palabras, pues Tú, Señor, lo sabes todo, Tú sabes lo que necesito.
Dame fe, fortalece mi fe en Ti, en tu Iglesia, en tu Palabra.
Fe, todo lo demás vendrá solo.
Dame fe, para que nunca deje de gritarte
Dame fe, para en la oscuridad de mi enfermedad, tú seas la luz
Dame fe, para seguirte por camino, a veces complicado y tortuoso
Dame fe, para que sienta como me ama Dios Padre
Dame fe, para que mi boca se llene de risas, mi lengua de cantares, pues contigo, Señor, estoy alegre.